devenir precioso.CONSULTAR |
![]() |
|
|
![]() |
Texto curatorial arteMensajero — Estando de centinela en la colina, he mirado del lado de Birnam y acto seguido me ha parecido que el bosque empezaba a moverse.W. Shakespeare, Macbeth. Acto V, Escena V.
Ya en el terreno proteico de la joyería contemporánea, caracterizado por una pluralidad de materiales y técnicas que a menudo disputan aquellos valores tradicionales, la palabra precioso pierde sustento objetivo y se vuelve esquiva. Errante. Perdura como declaración del gusto, en un repertorio de expresiones espontáneas que nos arranca una pieza, cuando nos topa con la guardia baja del discurso. Los objetos que se inscriben en la joyería contemporánea pueden resultarnos preciosos por lo que dan a ver, pero también y, sobre todo, por el complejo entramado de sentidos que los hace aparecer ante nosotros, en este tiempo. Lo precioso, en cuanto trasciende la dimensión material, puede ser muchas cosas, estar en muchos lados, moverse, e incluso resultar ilocalizable. En esta exposición, el espacio de la galería con su gran pared vidriada, se dispone como un diorama. Una pequeña puesta que recoge un extracto y devuelve un panorama situado de la joyería. Diorama franqueable, que propone un recorrido sin trazados, para encontrarse de cerca con seis artistas joyeras y seis territorios donde recalan indicios de sus obrares. Lo precioso, es una guía posible. Nada más. En 2001, Cecilia Richard, presenta un importante cuerpo de obra en una galería de Córdoba y planta la joyería en el terreno del arte local. De aquel conjunto de piezas, se desprenden unos cubos de plata articulados que se exhiben en esta muestra. La geometría rotunda del cubo en reposo, se modifica cuando una mano recoge la pieza e interactúa con ella. El sistema de bisagras que estructura la forma cúbica en poliedros menores, permite que, al manipularla, la figura se abra de manera casi orgánica, como una fruta o un capullo geométricos. En Posibles diálogos entre la mano y el molle, una serie posterior, Cecilia cose hojas frescas generando formas semi abiertas. No hay bisagras sino puntadas. La mano hacedora, es también, la primera portadora de las piezas. De esa experiencia se desprenden algunas fotografías y unas traducciones de las formas vegetales a cobre y plata. Pese al protagonismo que consiguen estas piezas metálicas, podría arriesgarse que, a la par del registro fotográfico, tienen la función de preservar algunos vestigios. Y que la obra, verdaderamente, aconteció junto al molle, mientras Cecilia pasaba la tarde y la aguja, procurando no romper las hojas. En los talismanes que realiza en tiempo de pandemia, solo trabaja con materiales orgánicos e hilos. No acuden los metales en ningún tramo del proceso. Nada más el cuchillo y la aguja para cortar las naranjas y coser las cáscaras. Si una joya se define en su vínculo con el cuerpo, incluso más allá de su portabilidad, Cecilia ha bebido la joya. Con las cáscaras construyó un collar, tan descomunal, tan fuera de escala, que obliga a repensar para qué cuerpos son los objetos joyas. Durante un recorrido de la pieza, la dispone en un relieve del paisaje, toma una fotografía y la nombra Joyería para mi tierra. Eugenia Carrera, la más joven del grupo, es artista de la galería y las obras que expone en esta muestra, provienen de una investigación realizada en el marco de su Trabajo Final, de la Licenciatura en Artes Visuales. Estos datos resultan relevantes para leer, entre tanto, qué espacios va ganando la joyería en nuestro medio. Sus piezas, remiten al ámbito de la medicina, más concretamente la ortopedia. Si bien joyería y ortopedia parecen poco y nada cercanas, en cuanto la obra de Eugenia habilita esa asociación, empieza a resultarnos menos insólita. Basta observar en la cotidianeidad, por ejemplo, como el yeso que inmoviliza una extremidad fracturada, suele volverse objeto de intervenciones con dibujos, textos, y otras marcas. El dispositivo, que opera su función hacia adentro del cuerpo corrigiendo lo que salió de lugar, puede actuar en la superficie, como soporte comunicacional y estético. Las obras de Eugenia, mantienen referencias claras al campo de la medicina pero, sobre todo, son objetos cautivantes. Aún en su extrañeza, no dejan de interpretarse como joyas. Más todavía, cuando las sitúa en el contexto de la moda, por ejemplo, usando la estrategia del desfile para exhibirlas y ponerlas en circulación. Lucir un anillo férula puede ser una manera de exorcizar la carga dolorosa, experimentada o no, asociada indefectiblemente a esos objetos ortopédicos. Y puede ser también, un modo simbólico de interrogar a la joyería cuando se vuelve una imposición externa. Si a través de Eugenia nos figuramos el cuerpo humano por dentro, las obras de Tatiana Bardiz, sugieren componentes internos de artefactos, relojes o juguetes mecánicos. A la vez, cada pieza es estructura pura, un armazón delicado, traspasable hasta su propio interior. En el corazón de las piezas siempre hay una esfera, o varias. Municiones de acero, una canica, una esfera de plata hecha por la artista, un bolón de vidrio. Cada una trae a la pieza que compone, no solo sus atributos formales sino todo un universo simbólico. Pensemos, nomás, en la canica negra y en su posible recorrido hasta volverse joya. Y más allá del valor singular que podría tener esa, para alguien, todas las canicas son objetos entrañablemente ligados a la infancia de muchas generaciones. Si en el engarce tradicional el metal ajusta la piedra para inmovilizarla, Tatiana, en sus joyas, propone otro vínculo entre las partes. Las esferas nunca aparecen apretadas. Al revés, se desplazan dentro de circuitos que les ha construido, o son parte de articulaciones para garantizar el movimiento. Incluso, el juego de atrapar y liberar, aparece simple y hermosamente resuelto en aquel anillo desarticulado, que se arma cuando la estructura metálica, la esfera y el dedo que lo portará, se ponen de acuerdo. El movimiento y la interacción son elementos constitutivos de sus obras. Para esta muestra, Tatiana usa el lenguaje del video para hablarnos de eso. No desde la autoridad de la instrucción, sino con el gesto generoso, de quien demuestra con las propias manos las posibilidades del objeto que ha creado. Pilar Cotter es una artista joyera de Islas Canarias. Su hacer desde otras latitudes, aporta a este proyecto expositivo, entre otras cosas, la posibilidad de ampliar el territorio de la mirada. Indagar lo cercano, en perspectiva. Sus piezas que llegan a esta muestra, forman parte de una serie mayor. Son todos broches. Tal vez, lo primero que impacta, antes de acercarnos para mirarlos en detalle, es su tamaño. No son decididamente grandes, pero su escala es distinta al resto de los broches que aparecen en la muestra. Son cinco, nada más, pero ocupan con determinación el lugar que les toca en la sala. Tienen una presencia escultórica. Especialmente, dos de ellos. Esto, nos pone frente a ciertos interrogantes: ¿cómo habitan el mundo estos objetos cuando descansan de ser joyas, cuando no aparecen ligados al cuerpo? ¿Qué identidades les otorgamos? ¿Cómo debemos leerlos? Si bien son recurrentes, estas preguntas se actualizan y cobran un interés particular cuando aparecen insertas en contextos como éste, el de una galería de arte. En los tres broches metálicos, Pilar crea volúmenes imaginarios, tan sólo, a partir de líneas. En los otros dos, que son formas volumétricas reales, la línea aparece como una huella que cruza las piezas. No reconocemos de dónde proviene, pero vemos que las ha marcado definitivamente. Esa línea hundida, que deforma y da forma a estos dos broches, nos dice que las piezas, antes, fueron blandas. Pilar las ha modelado mediante un largo proceso, una técnica depurada y, luego, las ha cocido para volverlas duras. Son de porcelana. Y este dato es un velo más, porque para la mayoría de nosotros, la porcelana es blanca y traslúcida, pero estas piezas son negras. Todas negras. Al territorio de Mariana Palacios, se ingresa por un relato personal que se va ampliando, sin abandonar nunca el tono intimista. Hereda de su abuela una caja de fichas de póker y un prendedor. Esa combinación abre el juego a todo lo que sigue. Para continuar la herencia, siguiendo la rama femenina del árbol familiar, Mariana realiza prendedores para sus sobrinas y su hija. Selecciona nueve fichas plásticas y a cada una, le diseña una estructura de cobre y oro para alojarla, articulando contenido y continente de un modo preciso y exquisito. Todos diferentes pero emparentados, los nueve broches de la serie Fortuna tienen sus destinatarias desde el comienzo. Mariana, y sus cinco hermanos varones, son el puente por donde atraviesan los obsequios. En una segunda partida, la serie se abre. Crea nuevas piezas con más fichas de póker de aquella caja heredada. Ahora son amuletos y llevan la inscripción Hágase tu voluntad. Su destino probable, será ir ocultos en bolsillos, carteras, o entre las prendas de quien decida portarlos para invocar la suerte. Como las medallas, los escapularios y otras joyas religiosas, los amuletos de la serie Fortuna & Azar no son para exponer a la mirada de todos, sino para guardar discretamente y confiar. Para llevar consigo o para regalar suerte a otros. El gesto de obsequiar, que Mariana aborda en varias de sus obras, quizás sea una de las razones más frecuentes por la que las joyas circulan entre nosotros y van pasando entre generaciones. Rocío Moreno presenta en esta muestra una nueva producción, que viene de sus largas exploraciones con el vidrio. El encuentro casual con tubos fragmentados en un taller de letreros de neón, fue el punto de partida. La fascinación primero y, después, el entrenamiento y trabajo obstinados, han ido moldeando un entorno del que Rocío saca piezas cada vez más complejas, a nivel formal y conceptual. Su producción es prolífica y la proyección de su trabajo trasciende por mucho la escena local. No obstante, el gesto artístico y la factura artesanal no ceden en las piezas de Rocío. Al contrario. En esta serie que inaugura, no sólo su mano de joyera está implicada, también el aire que hace pasar de sus pulmones al vidrio. Cuando sopla el vidrio caliente, va dominando controladamente su forma industrial y le va insuflando un nuevo aspecto. En ese pasaje a la joyería, lo transforma en una pieza única de diseño, y también en un contenedor transparente de significados múltiples. Donde sólo había aire, pone agua, deja una burbuja e introduce un trocito de oro suelto. Con esa combinación, nos interpela sobre el valor de los recursos. Lo precioso y lo preciado. Oro y agua aparecen tensionados a tal punto que, si miramos en profundidad sus joyas, podríamos llegar a interpretar una gota de oro en una pepita de agua. En la escena de Macbeth, los soldados cortan ramas del bosque de Birnam, se cubren con ellas y avanzan hacia el castillo. El centinela, cree ver el bosque entero desplazarse. Devenir precioso, además de profundizar en la obra de estas seis artistas joyeras, viene a contar -como el mensajero-, que al avistar el territorio cercano de la joyería, lo que se logra distinguir, a primera vista, es un bosque en marcha. Gerardo Repetto |
![]() |
Texto curatorial diseñoLas alfombras como joyas extendidas. Cada nudo es un engarce, cada hebra, materialidad blanda convertida en superficie. Así como una pieza de arte abraza el cuerpo, la alfombra abraza el espacio, transformando el andar en un gesto. En Devenir Precioso, ambas dialogan para revelar que lo valioso habita tanto en lo íntimo como en lo colectivo. Ambas son ornamentos y resguardos: una conecta la piel, la otra acoge el paso.
|
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |